Cuando la información es prohibida los humanos nos sentimos atrapados, sentimos que nos callan sin mas. Aquí podrás encontrar todo eso que no esta a la luz publica, secretos y alguna que otra historia que te pondrá los pelos de punta.
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sábado, 8 de junio de 2013
Gatos en bolsas
Mi nombre no es de importancia, no soy un hombre de fe ni de creencias extranormales. El siguiente escrito es una experiencia propia que desde hace tiempo no me ha dejado dormir por su inexplicable incógnita que retumba en el abismo de mi conciencia. No espero que me crean, que me ayuden o que se aterren. Sólo busco un desahogo a este recuerdo que dormirá conmigo por siempre, ya que es imposible olvidar esa cara, ese rostro, esos ojos…
Era joven en aquel entonces, recuerdo muy bien ese garaje en donde solía pasar el rato con mi banda de rock, el mundo olía a coche nuevo y nosotros hambrientos nos lo comíamos de un sólo bocado; los padres, los maestros, la autoridad no eran más que viejos amargados. Después de desahogar nuestras hormonas interpretando canciones de rock pesado, solíamos ir a un parque cerca de aquel garaje; éramos jóvenes con ideas muy diferentes pero no con malas intenciones, el alcohol y las drogas nunca nos llamaron la atención. El parque siempre estaba muy solo, con pocos árboles y muy descuidado. En el centro de él había un quiosco, una especie de construcción muy extraña que tenía dos niveles. El de arriba estaba techado y no tenía paredes, sino unos soportes y unas rejas para no caerte, mis amigos y yo pasábamos harto tiempo en ese lugar viendo a la gente pasar y charlando sobre chicas o bandas de rock. El otro nivel era subterráneo, como de unos 4 metros de profundidad, nunca entrábamos ahí ya que pasaba inundado por las lluvias y lleno de basura, además de que su oscuridad y fachada de posible albergue de drogadictos nos daba un poco de miedo. Me comentaron que hace unos años era una tienda llamada «El quiosco».
De tanto tiempo que pasábamos en el quiosco que ya sabíamos qué personas pasaban por ahí y a qué hora; pero una de esas personas era algo especial, ya que era todo un espectáculo ver su comportamiento y su acto rutinario. Se trataba de una persona de la tercera edad, era una vieja, lo sabía por sus manos arrugadas y huesudas, pues nunca se dejó ver la cara. Tenía una postura muy inadaptada y caminaba con dificultad —se ladeaba de un costado y su mirada apuntaba al otro costado—, tenía una joroba inmensa que no le permitía alzar la mirada y usaba ropa vieja y desgastada con la que se cubría todo el cuerpo. A pesar de que siempre iba cargando dos bolsas rojas grandes de tela gruesa, una en cada mano para equilibrarse, nunca nos preguntamos qué tenían dentro…
Pasaban los días y la vieja seguía rondando ese parque, y a veces se dormía dentro del quiosco. Llegamos a la conclusión de que era una loca sin hogar y en las bolsas cargaba su ropa o pertenencias con las que sobrevivía. Una noche fría nos fuimos a platicar en la planta alta del quiosco, recuerdo aquel tremendo grito que rompió con el silencio de invierno; no dudamos y desde la planta alta nos asomamos abajo para saber qué había ocurrido. Como estampida salían gatos negros de las escaleras subterráneas corriendo aterrados, nunca había visto esa cantidad de gatos juntos. Corrían hacia ningún lado haciendo tremendo alboroto. El olor pestilente y espeso me hizo voltear de nuevo hacia el fondo oscuro de las escaleras, y ahí estaba la vieja loca con una de sus bolsas vacías. Nunca la vi moverse tan rápido, parecía asustada y subía las escaleras con torpeza. Un gato pasó entre sus pies, ella lo trató de agarrar pero era demasiado lenta y el frío le había entumecido el cuerpo. La vieja gritaba con gestos de locura y tristeza, eran chillidos cortos y forzados, como si le doliera algo o estuviese enferma. El último gato desafortunado pasó cerca de ella, lo tomó por la cola y el gato emitió un chillido espantoso; la vieja lo levantó y colgaba como péndulo, lo miró detenidamente y le susurró algo —creo que su nombre—. A pesar del esfuerzo del gato por huir, lo metió en la bolsa y la cerró; el gato brincaba dentro de la bolsa y chillaba. La vieja lentamente se perdió en la oscuridad de las escaleras subterráneas.
Pasaron los días y la anécdota la platicábamos constantemente entre nosotros tratando de buscar una explicación. Escribí una canción sobre ello, «Cats in Bags», que ya no recuerdo. Entramos a la preparatoria, tuvimos novias y la banda se disolvió, pocas veces nos veíamos, duramos años sin vernos. Un día me hablaron invitándome a platicar, nos juntamos esa noche en el quiosco, como en los viejos tiempos, sólo que ahora con una botella de Whisky y algunas cervezas. Después de unos chistes y un par de tragos, quise ir a orinar pero el alumbrado del parque no era favorable, así que fui abajo del quiosco. Estaba bajando las escaleras con una cerveza en mano y bajándome la bragueta, cuando recordé aquella noche que preferiría haber olvidado. Me dije a mí mismo «cobarde» y bajé hasta el fondo. Miré el interior pero no apreciaba nada más que basura y un charco inmenso de agua negra, así que empecé a orinar. Un amigo gritó, riéndose: «¡Escribe mi nombre!». Me reí con él y contesté: «¡Lo haré pero sin manos!». Seguí orinando y tomé un gran trago de cerveza, bajé la mirada antes de pasarme el trago y me quedé pálido al ver un gato negro que me miraba fijamente a unos cuantos metros. Me esforcé para dejar de orinar aún sin acabar y me subía la bragueta y me ponía el cinturón rápidamente (por el miedo mis movimientos eran torpes), cuando el gato pasó al lado mío para subir las escaleras. Nunca me dejó de mirar, el gato iba despacio y parpadeaba lento, hipnotizante. Escuché un ruido de movimiento dentro del quiosco, volteé para saber si era uno de mis amigos, pero estaban arriba tomando y platicando. Para mi sorpresa, el gato no estaba en la escalera; seguramente el ruido lo espantó y corrió, yo me quedé impactado por el ruido.
Me preguntaba qué era y no veía nada, todo era basura y un charco de agua negra con un retoque de amarillo. En la oscuridad algo se movió, algo que ya estaba ahí y no vi antes, era aparatoso y se movía lento. De inmediato pensé que era la vieja. No te mentiré, compañero lector, en ese momento sentí miedo, miedo como nunca había sentido. Me paralicé y no podía gritar, respiraba lento para no hacer ruido y mis latidos eran fuertes y rápidos. La sombra era cada vez más visible, hasta que alcancé a distinguir esas bolsas rojas que ella siempre cargaba, sólo que ahora las arrastraba con más dificultad, y ambas bolsas se veían completamente llena de bultos. Cada vez que se movía arrastraba la bolsa entre el charco, y pude ver cómo su vestido estaba mojado y, a pesar del frío, no temblaba. De una bolsa colgaba un listón peludo y negro que no alcancé a distinguir muy bien, y estaba preparado para salir de ahí rápidamente sin hacer ruido. El listón negro y peludo se agitó rápidamente, se escuchó un chillido extraño y con él un montón de chillidos de gatos en efecto mariposa provenientes de la bolsa. La bolsa se agitó con tremenda fuerza, lo que provocó que la vieja se detuviera; me dio tanto pavor que me fue imposible moverme. La vieja giró su cabeza y la vi por primera vez al rostro, era muy anciana, con nariz afilada y sus ojos eran completamente negros pero brillantes. Estaba muy sucia y descuidada, pero lo impactante fueron sus ojos, pues a pesar de no tener pupilas, sentía su mirada incrustada en mí; se notaba asustada y triste. La adrenalina en mi sangre fluía y me hizo correr como nunca, haciendo tremendo alboroto. No recuerdo muy bien, pero mis amigos me comentan que estaba llorando, temblando, que me salpiqué un poco en el pantalón —lo que fue motivo de burla por parte de mis compañeros—, pero me veían tan asustado que no se lo tomaron a juego. Me preguntaron qué había pasado y les comenté que la vieja estaba abajo y sus ojos eran completamente negros. Un amigo dio un paso atrás, y me preguntó: «¿La vieja de los gatos?». Contesté: «Sí, ella, está aquí mismo y sus ojos, ¡sus ojos…!». Mi amigo me interrumpió, tartamudeando: «No, no es posible, ¿es una broma? ¡Esa vieja murió hace unos días!, un montón de patrullas de policías rodearon el parque. Era muy famosa en la colonia y todos los vecinos se enteraron».
Esa noche no dormí. Mis compañeros y yo decidimos nunca más tocar esa canción, ni hablar de lo ocurrido. Desde entonces nunca hemos regresado al quiosco, y cada vez que veo un gato negro, veo en sus ojos algo brillante, como aquellos ojos negros que nunca olvidaré, esos ojos que se incrustaron en mis sueños de por vida.
Sígueme y te seguiré
A diferencia de los adolescentes de su edad, Ariana no estaba interesada en lo absoluto en el mundo de las redes sociales; no tenía cuenta en Facebook, ni MySpace o Hi5 y raras veces se conectaba para chatear por MSN. Sus amigos, por el contrario, pasaban la mayor parte de su tiempo libre en internet, sobre todo «tuiteando». Tenían miles de seguidores y le insistían frecuentemente en que creara una cuenta en Twitter para poder estar más comunicados.
Paco, uno de sus amigos más allegados, le mandó una invitación a su correo electrónico para que creara su cuenta. Aún no convencida del todo, Ariana finalmente aceptó la solicitud: «Veamos de qué rayos se trata esta cosa y por qué les gusta tanto estar metidos ahí». Ariana abrió el link que venía en el correo. Los primeros pasos le resultaron sencillos, sólo dudó cuando tenía que pensar en un nombre de usuario; después de darle muchas vueltas al asunto, se decidió por llamarse @TuiteraAnalfabeta, por el poco conocimiento que tenía del mundo cibernético.
Después de que terminó de configurar su perfil y de dar «follow» a todos sus amigos, pensó que sería mejor ponerle candado a su cuenta para que sólo ella y sus amigos leyeran sus tuits; había escuchado tantas historias sobre personas malvadas que acechaban a sus víctimas por las redes sociales que pensó que era mejor tomar precauciones.
Al día siguiente, al volver de la escuela y después de que terminó con sus tareas, decidió conectarse un rato en Twitter para ver qué novedades había, y se encontró con que todos sus amigos y demás conocidos de la escuela tenían en sus tuits el hashtag: #BuscamosAMartha, y todos habían tuiteado la foto más reciente de la muchacha. Martha, si bien no era amiga íntima de Ariana o de sus amigos, era una chica muy popular en la escuela por ser muy amiguera, siempre se la vivía de fiesta en fiesta y era muy querida por todos.
Ariana estaba muy desconcertada por todo eso, así que le mandó un tuit a Paco:
«Oye, ¿qué es todo esto de #BuscamosAMarta? ¿Qué fue lo qué sucedió?».
Paco estaba conectado en ese momento también, y enseguida le respondió:
«Pues no sé mucho, sólo que ella fue a una fiesta el sábado y no regresó a su casa».
«Bueno, pero ¿no hay pistas o alguna idea de qué le pudiera haber pasado?».
«No, nada. Ya la buscaron en todas las clínicas y hospitales y no está, ya descartaron el hecho de que haya sufrido un accidente».
«Bueno, yo tengo que salir, cualquier cosa estamos en contacto. Saludos».
Pasó un mes y aún seguían sin tener pistas de Martha. La búsqueda se extendió a nivel nacional y nadie la había visto ni tenía noticias de ella. Sus padres comenzaron a bajar la guardia y a darse por vencidos; ya habían hecho todo lo humanamente posible por encontrarla y no había resultados positivos. Al día siguiente, Ariana y Paco estaban en el patio de la escuela, tenían una hora libre así que aprovecharon para platicar, cuando de repente sonó el celular de Ariana. Era una notificación de que tenía una nueva petición de seguimiento en Twitter de parte de un usuario que se hacía llamar @SíguemeYTeSeguiré. El perfil de la cuenta no tenía avatar, no tenía seguidores, no seguía a nadie y no había tuiteado aún, sólo tenía escrito en su biografía: «Si me sigues te sigo, sígueme y te seguiré». Ariana le mostró a Paco la solicitud y le preguntó si lo conocía y Paco le explicó que podría tratarse de un nuevo tuitero que estaba aplicando la técnica del #FollowBack para conseguir seguidores. Entonces Ariana aceptó la petición y le regresó el follow. Sonó la campana y los chicos regresaron a sus clases.
Pasaron un par de semanas, era una tarde cualquiera, Ariana había acompañado a sus papás a comprar materiales para hacer algunas reparaciones en su casa y ella ya estaba aburrida de tanto andar. Decidió sentarse un rato y conectarse a Twitter desde su celular y se encontró con otro hashtag similar al de Martha, esta vez era: #BuscamosARita, otra alumna de la escuela, quien no era popular y amiguera como Martha, sino que era la cerebrito de su salón y siempre figuraba en el cuadro de honor. La historia era similar a la de la desaparición de Martha: Rita había dicho a sus padres que debía reunirse con sus compañeros para hacer un trabajo de investigación en la biblioteca y nunca regresó a casa. Pasaron un par de meses y la desaparición de Rita quedó en el olvido al igual que la de Martha.
Una tarde, Ariana iba caminando pensativa rumbo a su casa, había ido a casa de Paco a explicarle un ejercicio de matemáticas que no había entendido en clase y se le había hecho un poco tarde. Decidió caminar aprisa para llegar lo más temprano posible a su casa. Se le ocurrió tomar un atajo cortando vuelta por el parque, el cual estaba solo y totalmente desértico. «Qué raro», se dijo Ariana. «Si no es demasiado tarde». De repente empezó a oscurecer aún más y el parque quedó totalmente envuelto en una penumbra nocturna; sólo se escuchaba el viento que corría entre los árboles.
Ariana comenzó a asustarse y a sudar frío, sentía que estaba caminando en círculos sin avanzar a ningún lado y empezó a tener la extraña sensación de que alguien la venía siguiendo de cerca. Empezó a correr mientras el corazón le latía fuertemente hasta que tropezó con una piedra y cayó al suelo; desesperada decidió sacar su celular de la bolsa para usarlo como linterna y así poder ver por dónde iba. En cuanto oprimió una tecla del teléfono notó que tenía una notificación en Twitter de que alguien le había enviado un DM, que decía: «Ariana, te estoy siguiendo», y el remitente era aquel tuitero desconocido que le envió la petición de seguimiento.
Con el pulso tembloroso, Ariana le respondió con el mensaje: «¿Quién eres? ¿Por qué me sigues?». Siguió caminando por el parque cada vez más y más deprisa y conforme iba avanzado aumentaba la sensación de que alguien estaba corriendo detrás de ella, tratando de atraparla. En seguida su DM obtuvo una respuesta: «Te seguí y tú me seguiste, ahora yo te sigo». Entre el susto y la confusión, Ariana le envió otro mensaje: «¡Estás loco, totalmente loco!». La respuesta no se hizo esperar, y lo que leyó la dejó totalmente helada: «Eso mismo me dijeron Martha y Rita». Ariana siguió corriendo mientras escribía otro DM:
«¿Qué hiciste con ellas? ¿Dónde están?».
«Ellas me siguieron y yo las seguí».
«¿Dónde las tienes? ¿Están bien? ¿Están vivas?».
«Yo las seguí y ellas me siguieron».
«Así que éste es tu juego del #FollowBack, ¿verdad?».
«Bien Ariana, me alegro de que ya no seas una @TuiteraAnalfabeta».
«Pues yo no quiero que me sigas y no quiero seguirte».
«Ariana, recuerda: Sígueme y te seguiré. No podrás escapar de mí».
«¡Pues verás que hasta aquí llegó tu juego!».
Ariana entró al perfil del tuitero desconocido y pulsó el botón de «unfollow»; enseguida empezó a soplar un viento tan fuerte que la tiró al suelo inconsciente. Minutos después volvió en sí y todo regresó a la normalidad. Llamó a sus padres para que vinieran a recogerla en el parque, sólo quería acostarse en su cama y olvidar todo lo sucedido.
De Marta y Rita nunca se supo nada, nadie tiene idea de qué fue de ellas, no se sabrá nunca si viven o mueren. La policía trató de investigar la cuenta @SíguemeYTeSeguiré, pero por más que buscaron el perfil, nunca lo pudieron encontrar.
Paco, uno de sus amigos más allegados, le mandó una invitación a su correo electrónico para que creara su cuenta. Aún no convencida del todo, Ariana finalmente aceptó la solicitud: «Veamos de qué rayos se trata esta cosa y por qué les gusta tanto estar metidos ahí». Ariana abrió el link que venía en el correo. Los primeros pasos le resultaron sencillos, sólo dudó cuando tenía que pensar en un nombre de usuario; después de darle muchas vueltas al asunto, se decidió por llamarse @TuiteraAnalfabeta, por el poco conocimiento que tenía del mundo cibernético.
Después de que terminó de configurar su perfil y de dar «follow» a todos sus amigos, pensó que sería mejor ponerle candado a su cuenta para que sólo ella y sus amigos leyeran sus tuits; había escuchado tantas historias sobre personas malvadas que acechaban a sus víctimas por las redes sociales que pensó que era mejor tomar precauciones.
Al día siguiente, al volver de la escuela y después de que terminó con sus tareas, decidió conectarse un rato en Twitter para ver qué novedades había, y se encontró con que todos sus amigos y demás conocidos de la escuela tenían en sus tuits el hashtag: #BuscamosAMartha, y todos habían tuiteado la foto más reciente de la muchacha. Martha, si bien no era amiga íntima de Ariana o de sus amigos, era una chica muy popular en la escuela por ser muy amiguera, siempre se la vivía de fiesta en fiesta y era muy querida por todos.
Ariana estaba muy desconcertada por todo eso, así que le mandó un tuit a Paco:
«Oye, ¿qué es todo esto de #BuscamosAMarta? ¿Qué fue lo qué sucedió?».
Paco estaba conectado en ese momento también, y enseguida le respondió:
«Pues no sé mucho, sólo que ella fue a una fiesta el sábado y no regresó a su casa».
«Bueno, pero ¿no hay pistas o alguna idea de qué le pudiera haber pasado?».
«No, nada. Ya la buscaron en todas las clínicas y hospitales y no está, ya descartaron el hecho de que haya sufrido un accidente».
«Bueno, yo tengo que salir, cualquier cosa estamos en contacto. Saludos».
Pasó un mes y aún seguían sin tener pistas de Martha. La búsqueda se extendió a nivel nacional y nadie la había visto ni tenía noticias de ella. Sus padres comenzaron a bajar la guardia y a darse por vencidos; ya habían hecho todo lo humanamente posible por encontrarla y no había resultados positivos. Al día siguiente, Ariana y Paco estaban en el patio de la escuela, tenían una hora libre así que aprovecharon para platicar, cuando de repente sonó el celular de Ariana. Era una notificación de que tenía una nueva petición de seguimiento en Twitter de parte de un usuario que se hacía llamar @SíguemeYTeSeguiré. El perfil de la cuenta no tenía avatar, no tenía seguidores, no seguía a nadie y no había tuiteado aún, sólo tenía escrito en su biografía: «Si me sigues te sigo, sígueme y te seguiré». Ariana le mostró a Paco la solicitud y le preguntó si lo conocía y Paco le explicó que podría tratarse de un nuevo tuitero que estaba aplicando la técnica del #FollowBack para conseguir seguidores. Entonces Ariana aceptó la petición y le regresó el follow. Sonó la campana y los chicos regresaron a sus clases.
Pasaron un par de semanas, era una tarde cualquiera, Ariana había acompañado a sus papás a comprar materiales para hacer algunas reparaciones en su casa y ella ya estaba aburrida de tanto andar. Decidió sentarse un rato y conectarse a Twitter desde su celular y se encontró con otro hashtag similar al de Martha, esta vez era: #BuscamosARita, otra alumna de la escuela, quien no era popular y amiguera como Martha, sino que era la cerebrito de su salón y siempre figuraba en el cuadro de honor. La historia era similar a la de la desaparición de Martha: Rita había dicho a sus padres que debía reunirse con sus compañeros para hacer un trabajo de investigación en la biblioteca y nunca regresó a casa. Pasaron un par de meses y la desaparición de Rita quedó en el olvido al igual que la de Martha.
Una tarde, Ariana iba caminando pensativa rumbo a su casa, había ido a casa de Paco a explicarle un ejercicio de matemáticas que no había entendido en clase y se le había hecho un poco tarde. Decidió caminar aprisa para llegar lo más temprano posible a su casa. Se le ocurrió tomar un atajo cortando vuelta por el parque, el cual estaba solo y totalmente desértico. «Qué raro», se dijo Ariana. «Si no es demasiado tarde». De repente empezó a oscurecer aún más y el parque quedó totalmente envuelto en una penumbra nocturna; sólo se escuchaba el viento que corría entre los árboles.
Ariana comenzó a asustarse y a sudar frío, sentía que estaba caminando en círculos sin avanzar a ningún lado y empezó a tener la extraña sensación de que alguien la venía siguiendo de cerca. Empezó a correr mientras el corazón le latía fuertemente hasta que tropezó con una piedra y cayó al suelo; desesperada decidió sacar su celular de la bolsa para usarlo como linterna y así poder ver por dónde iba. En cuanto oprimió una tecla del teléfono notó que tenía una notificación en Twitter de que alguien le había enviado un DM, que decía: «Ariana, te estoy siguiendo», y el remitente era aquel tuitero desconocido que le envió la petición de seguimiento.
Con el pulso tembloroso, Ariana le respondió con el mensaje: «¿Quién eres? ¿Por qué me sigues?». Siguió caminando por el parque cada vez más y más deprisa y conforme iba avanzado aumentaba la sensación de que alguien estaba corriendo detrás de ella, tratando de atraparla. En seguida su DM obtuvo una respuesta: «Te seguí y tú me seguiste, ahora yo te sigo». Entre el susto y la confusión, Ariana le envió otro mensaje: «¡Estás loco, totalmente loco!». La respuesta no se hizo esperar, y lo que leyó la dejó totalmente helada: «Eso mismo me dijeron Martha y Rita». Ariana siguió corriendo mientras escribía otro DM:
«¿Qué hiciste con ellas? ¿Dónde están?».
«Ellas me siguieron y yo las seguí».
«¿Dónde las tienes? ¿Están bien? ¿Están vivas?».
«Yo las seguí y ellas me siguieron».
«Así que éste es tu juego del #FollowBack, ¿verdad?».
«Bien Ariana, me alegro de que ya no seas una @TuiteraAnalfabeta».
«Pues yo no quiero que me sigas y no quiero seguirte».
«Ariana, recuerda: Sígueme y te seguiré. No podrás escapar de mí».
«¡Pues verás que hasta aquí llegó tu juego!».
Ariana entró al perfil del tuitero desconocido y pulsó el botón de «unfollow»; enseguida empezó a soplar un viento tan fuerte que la tiró al suelo inconsciente. Minutos después volvió en sí y todo regresó a la normalidad. Llamó a sus padres para que vinieran a recogerla en el parque, sólo quería acostarse en su cama y olvidar todo lo sucedido.
De Marta y Rita nunca se supo nada, nadie tiene idea de qué fue de ellas, no se sabrá nunca si viven o mueren. La policía trató de investigar la cuenta @SíguemeYTeSeguiré, pero por más que buscaron el perfil, nunca lo pudieron encontrar.
Muerte pornográfica
Sí, lo sé, el título es algo raro, pero no encuentro otras palabras para describir lo siguiente.
Siempre fui muy apegado a mi prima Alejandra. Cuando esto ocurrió, hace ya varios años, ella tenía la edad de diecinueve años y yo quince. Nuestros familiares siempre nos decían que parecíamos «uña y mugre», ya que siempre andábamos juntas de un lado a otro. Pero siempre hubo un hábito de Alejandra que a mí nunca me gustó: a ella le gustaba la pornografía.
Siempre creí que la pornografía sólo le gustaba a los hombres, pero mi prima muchas veces me contó de nuevas páginas que encontraba o de algunas prácticas sexuales bastante extrañas. Como ella sabía que a mí no me gustaban esas cosas, se limitaba a contarme de vez en cuando los resultados de sus búsquedas, pero jamás me incitó a ver una pagina así.
Cierto día de abril, me contó que había encontrado una página nueva en donde si te registrabas, tú mismo podías hacer tus videos o tus fotos «xxx». El primer error que cometió fue el de registrarse. En un inicio ella miraba pornografía, pero jamás subía fotos suyas o daba alguna información acerca de su vida. Desgraciadamente, después me enteré de que había empezado a tener varios seguidores en esa página porque había empezado a subir fotos de ella desnuda.
Entonces nuestra relación se fue debilitando poco a poco, hasta que terminó por extinguirse. Pasaron algunos meses en los que no tuve contacto con ella, pero una noche acudió a mi casa llorando y pidiéndole a mis papás que la dejaran hablar conmigo. Mis papás, preocupados, nos dejaron charlar a solas.
Alejandra me contó que desde que empezó a subir ese tipo de fotos, una chica de nombre Esther la había agregado como amiga, y que en la página de Esther había fotos de ella haciendo muchas cosas incorrectas. A pesar de saber que de esa amistad no saldría nada bueno, mi prima aceptó ser su amiga y poco a poco fueron compartiendo fotos y experiencias. Después de contarme esto, mi prima se puso muy nerviosa y me dijo que desde hace algunos días, Esther subía fotos en donde aparecía desnuda y llena de sangre, con su cuerpo mutilado, moretones en su cara y cadenas en sus pies. En pocas palabras, eran fotos de ella asesinada, en las que también se veía la sombra de quien había tomado las fotos, y mi prima sospechaba que el mismo fotógrafo era el asesino.
Aunque su relato me sorprendió, aún no comprendía del todo por qué Alejandra quería hablar conmigo, pero la respuesta a esa pregunta me llegó pronto.
Mi prima me dijo que en los comentarios de las fotos del asesinato de Esther aparecía un link bastante extraño, y que ella, por curiosidad, se atrevió a abrir esa página. Lo que vio fue algo perturbador: cientos de fotos de chicas asesinadas de la misma manera que Esther, y al final de cada foto, la leyenda «Tú eres la siguiente», acompañada de la foto de mi prima… Obviamente ella se asustó y cerró de inmediato la página; pero dice que cada noche podía ver a un hombre en su ventana sosteniendo una cámara en sus manos. Y cuando lo miraba detenidamente, podía ver que ese hombre sólo tenía una horrenda sonrisa en la cara. Sin ojos ni nariz.
¿Qué podía hacer yo? Aunque no creía su historia, le permití que durmiera varios días en mi casa, y como ella no vio en esos días nada extraño en las ventanas ni nada por el estilo, se sintió lista para regresar a su departamento.
Después de un tiempo dejé de saber de ella, hasta que un día mis padres me informaron que la habían asesinado; pero no me dijeron cómo o por qué. Tampoco me dejaron ir al funeral esa tarde, así que decidí meterme a la red social pornográfica en la que se había suscrito.
Y ahí estaban: fotos de ella, un día antes de su muerte, amarrada a una cama, desnuda y con muchas agujas en su cuerpo, llagas en los brazos y moretones en su cara. No pude ver las siguientes fotos. Lo único que me alegró fue no ver el link que ella me describió… Aquel en donde le anunciaron que ella sería la siguiente.
Cuando les conté a mis papás de lo que vi, y quisimos revisar la página, ésta había sido dada de baja, y el cómo murió mi prima quedó en una pregunta sin respuesta. Aunque juraría que ayer, cuando dormía, pude ver la silueta de un hombre en la ventana de mi vecina… un hombre sosteniendo una cámara…
«Pobre chica», pensé. «Todo por subir sus fotos a una página de internet».
El exorcismo de Emily Rose
El caso de Emily Rose ha sido uno de los casos más famosos de exorcismo de la historia, tanto es así que se llevó al cine con la película «El exorcismo de Emily Rose» y causó gran expectación en la época.
Emily Rose es en realidad una joven alemana llamada Anneliese Michel. Desde su nacimiento el 21 de septiembre de 1952, Anneliese Michel disfrutó de una vida normal, educada religiosamente desde que era muy pequeña. Sin advertencia su vida cambió un día de 1968 cuando empezó a temblar y se dio cuenta de que no tenía control sobre su propio cuerpo. No pudo llamar a sus padres, Josef y Anna, ni a ninguna de sus tres hermanas. Un neurólogo de la Clínica Psiquiátrica de Wurzburg, de Alemania, la diagnosticó con el «gran mal» de la epilepsia. Debido a los fuertes ataques epilépticos y a la depresión que le siguió, Anneliese fue admitida para tratamiento en el hospital.
Poco después de comenzar los ataques, Anneliese empezó a ver imágenes diabólicas durante sus rezos diarios. Era el otoño de 1970, y mientras los jóvenes disfrutaban de las libertades de la época, Anneliese era atormentada con la idea de que estaba poseída; parecía no haber otra explicación a las imágenes diabólicas que se aparecían mientras rezaba. Voces empezaron a perseguir a Anneliese diciéndole que iba a «arder en el Infierno». Ella le mencionó los «demonios» a los médicos sólo una vez, explicándoles que habían comenzado a darle órdenes. Los doctores parecían incapaces de ayudarla, y Anneliese perdió las esperanzas en que la medicina podría curarla.
En el verano de 1973 sus padres visitaron a diferentes pastores solicitando un exorcismo. Sus requerimientos fueron rechazados y les recomendaron que Anneliese, de ahora 20 años, debía seguir con su tratamiento médico. Les fue explicado que el proceso por el cual la iglesia prueba una posesión es muy estricto, y hasta que todos los aspectos no estén cubiertos, el obispo no puede aprobar un exorcismo. Los requerimientos, por nombrar algunos, incluyen aversión a los objetos religiosos, hablar en idiomas que la persona nunca ha aprendido y poderes sobrenaturales.
En 1974, después de haber supervisado a Anneliese por algún tiempo, el pastor Ernst Alt solicitó permiso para realizar un exorcismo al Obispo de Wurzburg. La solicitud fue rechazada y seguida de una recomendación de que Anneliese debía recibir un estilo de vida más religioso con el propósito de que encuentre la paz. Los ataques no disminuyeron y su conducta se volvió mucho más errática. En casa de sus padres en Klingenberg, insultaba, golpeaba y mordía a los otros miembros de su familia. Se rehusaba a comer porque los demonios se lo prohibían. Anneliese dormía en el suelo de piedra, comía arañas, moscas y carbón, y había comenzado a beber su propia orina. Se le podía escuchar por toda la casa gritar por horas mientras rompía crucifijos, destruía pinturas de Jesús y botaba los rosarios. Para ese momento Anneliese empezó a cometer actos de automutilación y el hecho de arrancarse la ropa y orinarse en el suelo era algo común.
Luego de hacer una exacta verificación de su posesión en septiembre de 1975, el Obispo de Wurzburg, Josef Stangl, le ordenó al Padre Arnold Renz y al Pastor Ernst Alt practicar un «gran exorcismo» en Anneliese. Se determinó que Anneliese debía ser salvada de varios demonios, incluyendo a Lucifer, Judas Iscariote, Nerón, Caín, Hitler y Fleischmann, un cura del siglo XVI, y algunas otras almas atormentadas que se manifestaban a través de ella. Entre septiembre de 1975 hasta julio de 1976 se le practicaron una o dos sesiones de exorcismo por semana. Los ataques de Anneliese eran tan fuertes a veces que debía ser sostenida por tres hombres e incluso hubo que encadenarla. Durante este tiempo, Anneliese regresó a una vida, hasta cierto punto, normal; tomó los exámenes finales de la Academia Pedagógica de Wurzburg e iba a la iglesia.
Los ataques, sin embargo, no pararon. De hecho, se le paralizaba el cuerpo y caía inconcsiente poco después. El exorcismo continuó por muchos meses más, siempre con las mismas oraciones y conjuros. Algunas veces estaban presentes en los rituales miembros de la familia y visitantes, como por ejemplo un matrimonio que alegaba haber «descubierto» a Anneliese. Por varias semanas Anneliese se rehusó a comer y sus rodillas se rompieron por las 600 flexiones que hacía obsesivamente durante cada sesión. Se hicieron más de 40 grabaciones durante el proceso con el propósito de preservar los detalles.
El último día del rito del exorcismo fue el 30 de junio de 1976, y para este punto Anneliese sufría de neumonía, también estaba completamente delgada y tenía una fiebre muy alta. Exhausta y físicamente incapacitada para hacer las flexiones por su cuenta, sus padres la paraban y la ayudaban con los movimientos. Lo último que le dijo Anneliese a sus exorcistas, fue, «Rueguen por el perdón», y a su madre le dijo, «Mamá, tengo miedo». Anna Michel grabó la muerte de su hija al día siguiente, el primero de julio de 1976, al mediodía. El pastor Ernst Alt informó a las autoridades en Aschaffenburg y el fiscal general comenzó una investigación inmediatamente.
Poco tiempo después de que se conocieron estos fatales eventos, la película «El exorcista» de William Friedkin se estrenó en los cines de Alemania, llevando una ola de histeria paranormal que infectó todo el país. Psiquiatras en toda Europa reportaron un incremento de ideas obsesivas en sus pacientes. A los fiscales les tomó más de dos años para acusar a los exorcistas de homicidio por negligencia. El caso «Klingenberg» debía ser decidido sobre dos preguntas: ¿Qué causó la muerte de Anneliese Michel, y quién era el responsable?
De acuerdo a la evidencia forense Anneliese murió de hambre; los especialistas alegaron que si los acusados la hubieran forzado a comer una semana antes de su muerte, Anneliese se podría haber salvado. Una hermana declaró que Anneliese no quería ir a una institución mental porque la podrían sedar y obligarla a comer. Los exorcistas trataron de probar la presencia de demonios poniendo las grabaciones de los extraños diálogos, como uno en que dos demonios discutían cuál de ellos iba a dejar el cuerpo de Anneliese primero. Uno de los demonios se llamó a sí mismo Hitler y hablaba con acento extranjero (Hitler nació en Austria); ninguno de los presentes durante el exorcismo tuvo la más mínima duda de la auténtica presencia de estos demonios.
Los psiquiatras, a quienes se les había ordenado testificar, decían que los sacerdotes dieron a Anneliese el contenido de sus conductas psicóticas. Por lo tanto, según ellos, ella luego aceptó su conducta como una forma de posesión demoníaca. También declararon que el desarrollo sexual inestable de Anneliese junto a su diagnosticada epilepsia habían fortalecido la psicosis.
Por muchos, el veredicto fue considerado menos riguroso de lo que se esperaba: los padres de Anneliese al igual que los exorcistas fueron encontrados culpables de asesinato por negligencia y omitir dar primeros auxilios. Fueron sentenciados a seis meses de cárcel y libertad condicional. El veredicto incluía la opinión de la corte de que los acusados debieron ayudarla haciéndose cargo del tratamiento médico que la chica necesitaba; sin embargo, por usar prácticas supersticiosas habían empeorado la ya grave condición de Anneliese.
Una comisión de la Conferencia Episcopal Alemana declaró después que Anneliese Michel realmente no estaba poseída, pero esto no impidió a los creyentes de continuar con la lucha de Anneliese, ya que muchos creían que el cuerpo de Anneliese no encontró paz incluso después de la muerte. Su cadáver fue exhumado once años y medio luego de ser enterrada, sólo para confirmar si se había descompuesto y si había sido bajo las condiciones normales. En la actualidad su tumba permanece como un lugar de peregrinaje para rezar el Rosario por aquellos que creen que Anneliese Michel luchó valientemente contra el demonio.
Vuelta a las andadas...
Después de un mes, vuelvo a escribir, vuelvo a leer e investigar, a hacer una recopilación de las mejores historias que puedo encontrar, para darles en el gusto a las personas que ven y leen estas mismas.
Todo un mes de inactividad, gracias a un trabajo mal pagado, lleno de esperanzas irreales y rostros insatisfechos.
Lleno de promesas que nunca se cumplirán, esperando que alguna palabra de alivio te llegue...pero nada ocurre.
El único consuelo que queda es leer, escribir, sentir ese bienestar que dan los libros y estas historias.
Espero, que todo lo que hay en esta pagina te cause esa misma satisfacción que a mi me causa.
Diviértete y pasa la voz, que no solo tu estas tan loco como yo~.
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