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domingo, 21 de abril de 2013

Hello Kitty murder



Hello Kitty Murder es el nombre por el que se conoce el caso de tortura y asesinato más espeluznante que haya conocido Hong Kong en mucho tiempo.

En marzo de 1999, Fan-Man-yee, de 23 años, alternadora de un club nocturno de Hong Kong, fue secuestrada por tres miembros de la Tríada china y torturada durante un mes hasta morir, en un apartamento del distrito de Tsim Sha Tsui, en el área de Kowloon, Hong Kong.

El cadáver fue descuartizado, y la cabeza alojada dentro de una gran muñeca Hello Kitty, lo que dio nombre al caso.

La víctima
Fan Man-yee, apodada Ah Map, fue abandonada cuando era pequeña, y criada en un hogar para niñas del barrio de Ma Tau Wai, distrito de Kowloon, Hong Kong.


Llegada la adolescencia, su vida se desarrollaba entre algunos pequeños delitos, prostitución y consumo de drogas.

Muchos de sus clientes, y eventuales amantes, eran miembros de la Tríada. Así conoció a su ‘marido’, adicto como ella, en mayo de 1996, mientras se desempeñaba como bailarina en el club nocturno Empress Karaoke. Se fue a vivir con él y tuvieron un hijo. Los repetidos y escandalosos episodios de violencia, que despertaban a los vecinos, pusieron fin a la relación.


El caso
En 1997, Fan Man-yee trabajaba en el Romance Villa, un prostíbulo del área de Kowloon. Uno de sus asiduos clientes era Chan Man-lok, un exitoso, despiadado rufián, usurero, consumidor y vendedor de drogas, miembro de la Tríada. Entre noches de sexo y consumo desenfrenado de estimulantes, trabaron amistad. Todo hubiera ido bien, si Fan no hubiera tenido la nefasta ocurrencia de intentar quedarse con una billetera de Chan, con 4.000 dólares. Fue descubierta y tuvo que devolver dicha cantidad, además de 10.000 dólares adicionales, a modo de compensación. No considerándolo suficiente, Chan le exigió 16.000 dólares más, en concepto de “intereses”.


El 17 de marzo de 1999, Chan Man-lok, de 34 años, y sus dos compañeros de Tríada, Leung Shing-cho, de 27, y Leung Wai-lun (apodado ‘Gangster’), de 21, secuestraron a Fan Man-yee de su apartamento.

Chan Man-lok ocupaba un lujoso apartamento de siete habitaciones sobre la elegante Gransville Road, el paseo de compras más famoso de Kowloon. El plan era tener a Fan Man-yee allí encerrada, y explotarla hasta que hubiese producido el dinero que Chan consideraba que le debía.

Pero las cosas no salieron de acuerdo a lo planeado. Al igual que Fan, los tres mafiosos eran asiduos consumidores de ‘hielo’ (clorhidrato de metanfetamina), un psicoestimulante, pariente de la anfetamina, mucho más potente y sumamente adictivo.

Bajo los efectos de la poderosa droga, tener a la indefensa muchacha allí resultó irresistible.

Comenzaron a castigarla asiduamente por simple diversión, o cuando estaban aburridos y no había nada en la televisión.

Los torturadores obligaban a Fan Man-yee a sonreír o reír a carcajadas, simulando estar feliz, mientras la golpeaban salvajemente.

De vez en cuando una jovencita de 14 años, novia de Chan Man-lok, los visitaba y se sumaba a la diversión. Siendo menor de edad, para las actas del juicio recibiría en su momento el nombre de ‘Ah Fong’.

“Era como un juego”, declararía Ah Fong en la Corte. “Si ella no lo hacía, la golpeaban con más violencia. Le decían que se riera mientras la quemaban. Había una atmósfera de diversión.”

Los tres hombres encontraron en la propia cocina del apartamento todo lo necesario para sus torturas.

Sujetaban a Fan, prendían fuego a unas pajillas y dejaban gotear el plástico derretido sobre las plantas de sus pies, hasta que la piel se ampollaba y empezaba a supurar. Luego le derramaban aceite de guindilla sobre las heridas. Cuando se les terminaba la paciencia, le quemaban los pies directamente con fuego, y le golpeaban los pies lastimados con un palo.

En varias oportunidades, los tres hombres le orinaron en la cara y en la boca, y la obligaron a tragar la orina, castigándola a golpes cuando no conseguía hacerlo.

En una oportunidad, se divirtieron haciendo que la niña Ah Fong defecara dentro de una caja de zapatos, y obligaron a Fan a comerse las heces.

Conforme pasaban los días, aumentaba la brutalidad de las torturas infligidas por los tres hombres, bajo los efectos de grandes cantidades de clorhidrato de metanfetamina.

Algunas veces, cuando no había nada en la televisión, ataban a Fan con cables eléctricos, la colgaban de un gancho en el cielorraso y la golpeaban con barras de hierro. Más adelante, ni siquiera se tomaban el trabajo de descolgarla. Fan quedaba allí colgada toda la noche.

Hacia el final de sus días, Fan estaba tan enferma y maltrecha que alternaba momentos de consciencia con períodos de inconsciencia, mientras permanecía tirada en el piso o colgando del techo. Así solían dejarla, mientras los cuatro salían a jugar videojuegos de arcade en un local cercano.

Cuando en la Corte se le preguntó a Ah Fong por qué participaba de las torturas, ella explicó con esfuerzo que Fan le caía bien, pero ella “quería saber cómo se siente castigar a alguien.”

“Ella estaba destruida y divertirse torturándola ya no era tan divertido. Pero igual continuamos, no había otra cosa que hacer.”


El final
Hacia el final de su calvario, Fan Man-yee permaneció tirada en el piso del baño por dos días. Una mañana, Ah Fong se despertó, fue al baño y la encontró muerta. Había muerto durante la noche.


Los tres mafiosos discutieron qué hacer con el cadáver. Como no llegaron a ninguna decisión, la dejaron donde estaba y se fueron al local de videojuegos.

A la mañana siguiente, bajo los efectos de una fuerte dosis de ‘hielo’, tomaron una decisión.

Depositaron el cadáver en la bañera y lo cortaron en trozos. Chan tomó un serrucho y separó la cabeza. Sus dos compañeros de Tríada desnudaron el cuerpo, lo cortaron, envolvieron los trozos y los guardaron en el refrigerador.

Cuando Ah Fong se despertó, Chan sostenía una bolsa de plástico delante de sus ojos. “Son los intestinos de Fan. Llena la bolsa de agua caliente, hasta que deje de echar olor”, fue la sencilla explicación de Chan.

Mientras Leung Shing-cho cocinaba la cabeza, llamó a la niña: “Ven aquí, y échale una mirada”, le dijo. “No, me da miedo”, dijo ella. “Sólo haz de cuenta que estás viendo televisión”.

Más tarde Ah Fong declararía en la Corte: “Cuando miré en la olla y vi la calavera hirviendo, resultó verdad. Era como una que había visto en la televisión.”

Al mediodía pararon para almorzar. La cabeza se hervía en una de las hornallas, mientras los fideos se cocinaban en la otra. Usaron la misma cuchara para revolver ambas ollas.

Una vez la cabeza fue hervida hasta quedar reducida a una calavera, la cosieron dentro de la cabeza de una enorme muñeca Hello Kitty. Tiraron la mayor parte del cuerpo a la basura, y les dieron los brazos y las piernas a unos perros vagabundos.


La venganza de Fan Man-yee
Todo hubiera ido bien para los tres compañeros de Tríada, de no ser por las pesadillas que, tal vez por la impresión o el remordimiento, comenzaron a asolar a la jovencita Ah Fong. Fan Man-yee se le aparecía en sueños. Volvía a verla atada con alambres, colgando del techo.


Cuando ya no soportó más, acudió a la estación de policía de Tsim Sha Tsui, Hong Kong, y confesó todo. Contó a los asombrados oficiales que estaba siendo asediada por el fantasma de una mujer que ella había ayudado a torturar, matar y descuartizar. Pese al escepticismo inicial, los policías acudieron, guiados por la niña, hasta un lujoso apartamento sobre Gransville Road.

Sólo pudieron encontrar un diente, algunas visceras y, dentro de una enorme muñeca Hello Kitty, la calavera de la infortunada Fan Man-yee.


El fallo de la Corte
El asesinato se convirtió rápidamente en un suceso en los medios informativos de Hong Kong.


Al cabo de un juicio de seis semanas, el trío fue condenado por homicidio involuntario y privación ilegítima de la libertad por un jurado de la Corte de Primera Instancia. Ello se debió a la condición de adicta a estimulantes pesados de Fan Man-yee. Los exámenes forenses no pudieron determinar de forma fehaciente que la muerte se hubiese producido exclusivamente a raíz de los castigos recibidos. El ya de por sí minado organismo de Fan Man-yee pudo haber sucumbido en parte debido a su adicción.

La niña Ah Fong no fue imputada, debido a su colaboración durante el juicio.

El juez Peter Nguyen, que dictó la sentencia, estableció: “Nunca en Hong Kong en años recientes una Corte ha oído de tal grado de crueldad, depravación, insensibilidad, brutalidad, violencia y perversidad.”

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