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viernes, 22 de noviembre de 2013

La Muñeca Negra.



Me fascinan las antigüedades, soy una gran fanática de juntar chucherías viejas, tengo de todo, monedas, billetes, juguetes, adornos, libros y todo lo que se les pueda ocurrir también lo tengo. No se porque hallo tan entretenido pasar las tardes de mis días libres revolviendo en tiendas exóticas y ferias de pulgas en busca de arcaicos tesoros sin valor.

Mi historia comienza un fin de semana como cualquier otro para mí, haciendo in tour por las ferias de pulgas, compre algunos vestidos de los años 20, que jamás usaría y una lámpara Tiffany muy bonita y cuando ya me disponía a marcharme, divise en medio de los puestos uno pequeño que me llamo la atención, tenia una cantidad inimaginable y variada de muñecas de porcelana y juguetes antiguos, volví sobre mis pasos y me puse a revisar una por una las muñecas, ¡Cual de todas mas bonita! Con sus vestiditos de seda y sus rulos artificiales, me parecían preciosas. Estaba absorta contemplándolas para tratar de elegir cual me llevaría, cuando se me acerco sigilosamente un anciano

-Elige la que mas te guste Katalina -me dijo casi en un susurro- Yo te la regalo.

Me sobresalte mucho, primero porque me sorprendió y segundo, porque el anciano conocía mi nombre. Era extraño, pero como desconfiar de aquel ancianito de mirada dulce y gestos amables, era evidente que era casi tan viejo como el tiempo, su piel parecía un pergamino amarillento y descolorido, aunque todavía le quedaban resabios de una antigua galladura. Lo mire muy sorprendida y solo se me ocurrió presentarme

-Katalina Frías, un gusto conocerlo -le dije mientras le tendía la mano- ¿Nos conocemos?

-Por supuesto pequeña, yo fui amigo de tu padre hace muchos muchos años, tal vez tu no me recuerdes porque eras un bebe cuando me viste por ultima vez.

Conforme con la explicación, me dispuse a elegir una muñeca, después de todo, si había sido amigo de mi padre, no podía ser malo.

De entre todas las muñecas que había, me prende de una en particular, su piel era de un color similar al chocolate, tenia ojos que parecían de gato, grandes, brillantes y verdes, y sus rizos eran oscuros como la noche. Resaltaba por encima de todas las otras, que parecían rubias sosas comparadas con ella

-¡Esa quiero! -exclame, mientras señalaba a la morenita- Es muy hermosa y me gustaría llevármela.

-Oh niña! esa muñeca no es para ti, elije otra mejor -me dijo con un tono triste, y me explico que ademas de ser muy antigua, sus dueñas anteriores habían muerto de maneras horrendas y misteriosas. Pero yo estaba encaprichada y no me importo asi que le insistí hasta que aceptó.

-Bien, si esa es la que te gusta, puedes llevártela-me dijo mientras la sacaba del escaparate y la envolvía cuidadosamente en papel de seda y la metía en una primorosa bolsita de papel. Me alcanzo la bolsa con mi regalo y se despidió de mí con mucho afecto, mientras caminaba de regreso a mi auto, gire para mirar al anciano y note en su mirada un destello malévolo que me hizo caminar más rápido.


Ya en casa, deje mi cartera y la bolsa con la muñeca en el salón, acaricié a mi gata y pase de largo hacia la habitación del fondo, que era una especie de exhibición, en donde tenia todos mis artículos coleccionables, acomode los vestidos en perchas y los colgué en un armario viejo como ellos, acomode la lámpara sobre una mesa y feliz conmigo misma me fui de regreso al salón, con la intención de examinar mi muñeca nueva.

Me sorprendió ver la bolsa en el suelo, y el papel de seda rasgado, pero asumí que el minino de la casa había estado haciendo de las suyas. Esperaba de corazón que la muñeca no se hubiera dañado con la caída, la levante con mucho cuidado y me puse a observar sus detalles, era increíble lo bien hecha que estaba, la porcelana era absolutamente uniforme, sin fallas ni grumos como solían tener las muñecas de aquella época, su pelito era suave, parecía natural, pero lo mas llamativo eran sus ojos, parecía tener la mirada viva y hasta un poco traviesa, el vestido de raso y seda, cuidadosamente bordado y pintado a mano, hacia juego con los zapatitos y el bolso. Encantada con mi adquisición, decidí que no la llevaría a la sala donde estaban las demás cosas, no eso no, era demasiado bonita como para que se pierda en el mar de chucherías, de modo que me levante y la coloque en la repisa de la chimenea, desde ahí seguro se luciría, ya que estaba en el centro del salón y todas las miradas se fijarían en ella.

Después de una cena sencilla, me fui a dormir, no sabría decir exactamente que hora era pero era de madrugada y algo me despertó violentamente, la sensación era como si me hubieran golpeado en el estomago, no estaba segura de que si lo había soñado o era real, de todos modos ya estaba despierta y aproveche para ir al baño a tomar un poco de agua, de regreso en la habitación, note algo un poco extraño, sentía como si estuvieran observándome, era incomodo y hasta un poco aterrador, pero se disipó en cuanto prendí la luz.

Los días pasaban y todas las noches era el mismo asunto, me golpeaban en el estomago y me observaban fijamente hasta que encendiera alguna luz. Trate de no dar importancia a lo que estaba ocurriendo, me decía a mi misma que eran trucos de mi imaginación y que no era real.

Andaba toda embobada por dormir mal, y eso evitó que me fijara en las aterradoras señales que habían a mi alrededor, mi gata ya no venia a casa mas que para comer, ya no se echaba a dormir la siesta en el sillón del salón que era su favorito y cada vez que pasaba cerca de la muñeca, su pelaje se crispaba y refunfuñaba, hasta que un dia dejo de venir, tampoco noté que el vestido original de la muñeca estaba empezando a quedarle pequeño. Yo misma me sentía desganada y enferma, como si tuviera los primeros síntomas de una gripe, pero de nuevo, no di importancia.

Hace dos noches atrás, escuche pasos en el salón y en la habitación del fondo, era como si un niño corriera y jugara, me levante rápidamente para ir a ver que estaba pasando, y me lleve una ingrata sorpresa, mi hermosa muñeca de porcelana no estaba, busque por todos lados, pensando que tal vez la había movido de lugar y lo olvide, pero no, no estaba por ninguna parte, y asocié los ruidos de niño con el extravío de la muñeca. Durante la mañana, fui al fondo a ver si no faltaba nada mas, pero ni bien abrí la puerta, casi me desmayo de la impresión, mis juguetes antiguos estaban regados por el suelo, algunos rotos, otros simplemente desarmados, las demás cosas estaban revueltas, pero no faltaba nada, al mover un sillón descubrí a mi morenita sentada debajo, oculta, era muy raro que yo la hubiera dejado ahí, pero al menos no me la habían robado, pero en cuanto la levante del suelo, advertí que su vestidito estaba todo descosido, como si se lo hubieran puesto a una muñeca mas grande, la deje en el sillón y seguí ordenando las cosas, para cuando termine de poner orden, ya era hora de almorzar, así que tome a mi morenita y me la lleve para arreglar su vestido, pero como no podía quedar desnuda, tome también un vestidito que había comprado y todavía no se lo ponía a ninguna muñequita

-¡Que mona!, vas a estrenar vestido nuevo -le dije- al menos lo usaras hasta que repare el tuyo.

Y yo se que pensaran que estoy loca pero puedo jurar que sonrió. Ya en la cocina, con mis instrumentos de costura, le quite la ropa y me aterré al ver que la muñeca había crecido, no era que alguien le había cambiado el vestido ni nada de eso, de verdad había crecido, era espeluznante verla, e incluso, la sentía mas pesada, como si hubiera engordado también, cosí el vestido a toda prisa, solo para descubrir que ya no le entraba, ni ese, ni ninguno de todos los vestidos de muñeca que tenia en la casa, estaba asustada y sorprendida a la vez, sin saber que hacer

-¿Piensas ponerme ropa o que?- una vocecita malévola salió de la muñeca.

Trate de soltarla, pero se aferró a mi mano y me miro de una forma que me hizo gritar

-¿Ya terminaste de hacer berrinches niña?-me dijo de mala manera-¿Acaso piensas que tienes derecho de dejarme así, toda desnuda y con frio? Anda, ve por ropa para mi o me las pagaras.

Yo todavía no salía de mi asombro, era totalmente increíble, la muñeca estaba viva y me exigía que la vistiera, de golpe recordé que tenía algunas telas que había comprado para hacer cortinas

-Déjame ir por telas, te haré un lindo traje, pero por favor no me vayas a lastimar -dije asustada.

Ella accedió y me soltó, me dirigí a la habitación seguida por aquella terrible criatura, que ahora vigilaba cada uno de mis pasos. Debía pensar en como zafarme de esa situación tan escalofriante, ¿como conseguiría deshacerme de ese demonio sin que me lastimara?, mientras pensaba que hacer, comencé a fabricarle su traje a medida, pero cada vez que se lo probaba, tenia que hacerle aumentos por todos lados, parecía crecer a cada momento, pero llegue al punto de que de tantos aumentos y remiendos, me quedé sin tela.

Esta es mi oportunidad, pensaba, así que camine lentamente a la habitación, pero al llegar a la puerta me detuve, la muñeca que venia detrás de mí, también se detuvo, entonces con un rápido giro de la cintura, me di vuelta y la patee tan fuerte como pude y me encerré en la habitación, la escuche levantarse pesadamente y golpear la puerta una y otra vez, mientras gritaba endemoniadamente que iba a pagárselas, que nadie la despeinaba y se salía con la suya. Pasaron un par de horas y estaba calmo afuera, pero no salí, sino que espié por la cerradura de la puerta y la vi!, la vi caminar de un lado a otro, pero ya no tenia tamaño de muñeca, ya no!, sino que ahora tenia la altura de una niña, era terrible verla pasearse por el pasillo, mientras lanzaba maldiciones en alguna lengua desconocida para mi, mire a mi alrededor por enésima vez para tratar de encontrar como escaparme, pero no hallé nada de nada.

Ya es de noche, he perdido la noción del tiempo, pero que importa el tiempo si de todas formas no voy a salir de aquí nunca, espié de nuevo por la cerradura y mi carcelera ahora tiene el tamaño de una adolescente, pero todavía mantiene su peinado con rulos de ébano y sus ojos de gato, que brillan con una maldad abrumadora, llevaba un tiempo calmada, y eso me daba pavor, porque seguramente estaba planeando algo.

La desesperación consumía mis horas, pero ya es tarde como para hacer algo, escapar no me salvara, y quedarme aquí tampoco me ayudara en nada, la decisión mas sabia es tomar aquellas brillantes y afiladas tijeras de plata y terminar con todo de una vez.

La sangre escurre de mis venas, se derrama por el piso y se cuela por debajo de la puerta, ya no hay nada mas que hacer, mi vida se esta escurriendo por debajo de la puerta y alimenta a aquel demonio sediento. Ella ha derribado la puerta con fuerza sobrehumana y se dispone a darse un banquete conmigo mientras veo la maldad que hay en sus preciosos ojos de gato. Quien habría imaginado que detrás de tanta belleza existía tanta maldad, como sospechar siquiera que aquel regalo mezquino iba a ser el ultimo que recibiera. No soy mas que comida para ella, pero así es la vida unos son cazadores y otros somos cazados.




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