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jueves, 15 de agosto de 2013

El Espejo...




Hay una figura oscura en la cocina.
La misma figura oscura que te ha estado acechando las últimas cuatro noches.
Va de un lado a otro, abriendo cajones y haciendo ruido con cada movimiento, como si quisiera ser descubierto.
Abre un último cajón y extrae un cuchillo, lo observa por largo rato, esperando tal vez que alguien atraviese la puerta de la cocina y se lo arrebate de las manos.
Pero eso no sucede.
Apretando el cuchillo con tal fuerza que sus nudillos se tornan blancos, sale de la cocina. Camina escaleras arriba, la madera cruje bajo sus pisadas, pero nadie más que tú la escucha.
Mira hacia el final del largo corredor que lleva a la habitación de tus padres y sus pies descalzos hacen camino hasta encontrarse frente a su puerta.
Con su mano libresostiene la perilla y por un instante parece dudar. Sus delgados dedos, cerrados sobre la fría superficie de la perilla, se mueven con nerviosismo. Finalmente, abre la puerta con cautela y se interna en la habitación.
Observa todo a su alrededor, su silueta se ve diminuta en ese lugar. Se acerca con sigilo a la orilla de la cama sobre la que tus padres están sumidos en un sueño profundo.
¡¿Qué estás haciendo?! ¡¿Acaso piensas asesinarlos?!
La figura no hace ningún movimiento, no intenta siquiera levantar su cuchillo, sólo está ahí, observando.
Da la vuelta y se dirige al baño que hay dentro de la habitación, y tú le sigues de cerca. Cuando entra, no cierra la puerta, tampoco enciende la luz. Se coloca frente al espejo, iluminado únicamente por la luz de luna que se filtra por un pequeño tragaluz en el techo.
Lo observas de pie y recorres su rostro con la mirada.
Ojos sin brillo y piel pálida. Se ve delgado y viste una pijama desgastada. De alguna forma sabes que lo has visto antes, pero no lo reconoces.
¿Quién eres?
Su expresión cambia al reparar en tu presencia, parece furioso.
Levanta la mano con la que sostiene el cuchillo y sientes el filo contra tu piel. Un hilillo de sangre escurre por su cuello, manchando su pijama.
¿Vas a matarme?
―No ―responde, mirándote directo a los ojos, y entonces lo ves realmente por primera vez―. Tú vas a acabar conmigo.
Separas el cuchillo de tu cuello y lo clavas en su garganta. Ves la sangre salir a borbotones por su boca y salpicar los mosaicos del baño.
Ésta fue la última noche.
Levantas la cara y lo ves por última vez mientras se entrega a los brazos de la muerte. Ves tu reflejo en el espejo, siempre observándote. Sus ojos, iguales a los tuyos, y su sonrisa cínica, la misma con la que le sonríes.
La figura cae sobre el suelo del baño con el cuchillo clavado en su garganta, y lo último que ves es tu sangre encharcada alrededor de tu cuerpo inerte.


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