En 1944 el pueblo de Matton se vio asediado por un extraño y desconocido sujeto que misteriosamente gaseaba a sus victimas dejándolas a su merced. Nunca nadie pudo ser detenido por los extraños sucesos y el misterioso sujeto desapareció tan rápidamente como había aparecido.
Pocos conocen esta historia verídica ocurrida en el año 1944, cuando el pueblo estadounidense de Matton, Illinois, se vio afectado por una extraña y misteriosa enfermedad hacia finales del verano. La enfermedad asolaba cada día a más personas del pueblo, y se creía que posiblemente fuera causada por una sustancia gaseosa invisible, al menos así lo señalo uno de los testigos, “tenía un olor nauseabundo pero dulce”, incluso afirmaban que la sustancia también inducia a la parálisis.
En una ocasión, el esposo de una de las victimas vio en la ventana de su dormitorio a un hombre que describió como muy alto, con ropa negra y una gorra muy ajustada. Cuando lo vio, decidió perseguirlo pero no le dio alcance.
El periódico Matton Daily Jounal Gazette se hizo eco de la noticia durante varias semanas y muchos creyeron que la gran variedad de los casos se debieron a la histeria colectiva, pero lo cierto es que muchos otros casos se sucedieron antes de que el rotativo se hiciera cargo. En diversos de esos casos, se volvía a repetir la visión del hombre alto y con ropajes de color negro, al que denominaron “el merodeador”, lo curioso es que la visión de esa persona siempre ocurría en el mismo instante en que el nauseabundo gas hacia acto de presencia en la habitación, provocando nauseas, parálisis e inflamación y enrojecimiento de las mucosas.
La policía busco insistentemente al presunto agresor, que pasarían a denominar como el “Gaseador Loco”, pero las autoridades solo lograron encontrar indicios físicos muy vagos. Lo más concluyente, pero que no sirvió para capturarlo, fueron algunas huellas dactilares y una ganzúa que como decía, aparentemente pertenecían al agresor. Ante la ineficacia de la policía, los propios ciudadanos crearon turnos de vigilancia para resguardar a sus vecinos, pero los ataques continuaron, incluso en un número de hasta cuatro víctimas por noche.
Tan escurridizo era el agresor que los funcionarios de Matton, llegaron a plantear que el agresor y las agresiones no eran más que el producto de una histeria colectiva imaginaria. Incluso el inspector de policía de Matton declaro que no había encontrado ninguna evidencia física que sustentara las declaraciones de los testigos. Al día siguiente de estas declaraciones, se sucedió el último ataque del gaseador, pero en esta ocasión fue incluso el más extraño.
Un testigo del ataque describió al gaseador como “una mujer con ropa de hombre”, incluso la victima y su hijo, encontraron huellas de zapatos de tacón en el lugar donde había estado su agresor. La policía se negó siquiera a abrir un expediente sobre el caso. Las teorías sobre el asunto fueron tan numerosas como carentes de sentido. Se habló de seres de otro mundo, o quizás de bromista con un pésimo sentido del humor, incluso el diario Chicago Herald, destaco en su momento, sin razón aparente, que el responsable podría ser un hombre mono.
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