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lunes, 16 de septiembre de 2013

La batalla oída diez años después.




A primeros de agosto de 1.951, dos cuñadas inglesas estaban de vacaciones en Francia cuando su sueño fue turbado por unos cañonazos. Al poco tiempo se dieron cuenta de que estaban oyendo los ruidos de una guerra, y éstos continuaron a intervalos, durante tres horas.


Al día siguiente, cuando las asustadas mujeres trataron de descubrir lo que había pasado, se sorprendieron al enterarse de que no había habido ninguna batalla. En realidad, nadie había oído nada.

Sin embargo, siguieron investigando y se enteraron de que sus vacaciones las habían llevado a Puys, en las playas próximas a Dieppe, zona ocupada y fuertemente fortificada durante la Segunda Guerra Mundial. Allí, casi exactamente nueve años antes, los aliados habían efectuado una invasión que fue como un ensayo del ataque del día D. Desgraciadamente, la invasión había sido muy costosa y cruenta. Más de la mitad de los 6.086 hombres que habían desembarcado el 19 de Agosto de 1.942 habían resultado muertos, heridos o hechos prisioneros.

Las mujeres comprendieron pronto que los ruidos que habían oído eran una reproducción casi exacta de los de aquella batalla, como si ellas hubiesen estado alojadas allí en el momento en que aquélla tuvo lugar. Oyeron bombardeos y gritos en la madrugada, “aproximadamente a las cuatro de la mañana” y el ruido cesó bruscamente cincuenta minutos más tarde. El bombardeo real había empezado a las 3,47 horas de la mañana y cesado, según los archivos militares, a las 4,50. Oyeron los bombardeos y los gritos de los hombres, y de nuevo el silencio, y los archivos militares confirmaron también que el bombardeo se había interrumpido casi al mismo tiempo, sobre las 5,07 y las 4,50 de la mañana.

Todos los ruidos que habían oído concordaban con los datos oficiales de la batalla. Es interesante observar que el combate había terminado a las 6 de la mañana, hora en que cesaron también los ruidos escuchados por las mujeres. Pero las dos mujeres oyeron los gritos de dolor de los heridos y los moribundos durante la hora siguiente, gritos que se fueron debilitando a medida que pasaba el tiempo.




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