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lunes, 23 de septiembre de 2013

Supuesto Duende Enjaulado.




Según informó el diario Cuyo , un vecino de Chimbas San Juan aseguró haber capturado un duende y los retuvo en un jaula por una semana.



Varios vecinos dieron testimonio de haberlo visto y fotografiado con  los celulares. ante estas declaraciones surgen varias hipótesis:  todos los vecinos se han puesto de acuerdo para decir la misma mentira, o simplemente es verdad, aunque solo se publicaron fotos en las que se ve al supuesto duende, que  se parece a los  muñecos de goma que se venden en cualquier casa de artículos de decoración.

Los vecinos de Chimba que testificaron coinciden en afirmar que ese duende estuvo más de una semana atrapado en una jaula, en la casa de un vecino. Que muchos de ellos tuvieron que pagar para verlo. Que mide entre 30 y 35 centímetros de alto, que tiene orejas puntiagudas, que camina de costado, que impresiona tanto que da miedo, que gruñe y que de noche pega unos alaridos tan fuertes que se escuchan en todo el barrio y los perros se enloquecen. Y que las fotos que andan circulando de celular en celular son reales. En consecuencia, el Lote Hogar 38, en Chimbas, está revolucionado. Y tanto se habla del tema, que ayer la Policía llegó hasta la casa donde había estado el supuesto duende, pero ya no estaba.

Ariel Fernández, el joven de 31 años que dice haber atrapado y retenido a la criatura en su casa, aseguró que lo liberó el miércoles pasado. Y que se arrepiente mucho, porque al día siguiente fue “gente de la universidad” a querer comprárselo. Así que lo único que queda son testimonios, algunas fotos y, fundamentalmente, un clima de excitación total en el lote hogar.

“Ay, era impresionante. Verde, daba mucho miedo. Yo no lo quise mirar mucho”, contaba ayer una veinteañera del barrio. “Mi mamá no se animó a ir a verlo, pero yo sí. Lo sacaron un rato de la jaula y caminaba de costado en la mesa. No hablaba, hacía como unos gruñidos. Tenía cuatro dedos en vez de cinco”, narraba otra vecina. “Yo entré a verlo y le hice fotos con el celular. Movía las manitos, era muy feo, como un viejo deforme”, contó más tarde un adolescente del mismo lote hogar.

En total, una veintena de personas consultadas por este diario aseguró haberlo visto. Todos fueron entrevistados por separado y la descripción que hicieron del supuesto duende fue exactamente la misma. También contaron que Fernández les cobraba por entrar a su casa a verlo. Desde 5 hasta 50 pesos. Y que quienes tenían demasiado miedo para entrar, directamente le pasaban la cámara o el celular al hombre para que éste lo fotografiara, también a cambio de un pago.

“Es todo mentira, es un muñeco”, decía una vecina, madre de tres hijos, que confesó que no había querido ir a lo de los Fernández a ver el fenómeno “porque nadie puede pillar un duende: no se dejan pillar, porque los ayuda el diablo”. A favor o en contra, en el barrio ayer no se hablaba de otra cosa. Todos se referían al duende. Menos en la casa donde estaba, donde, más íntimamente, lo llamaban “el bicho”.

Ariel Fernández había llegado con el bicho en una jaula hace poco más de dos semanas a su casa. La primera que lo vio fue su madre. “¡Sacá esa porquería de acá!, ¿no ves que está maldito?”, fue el recibimiento de la mujer, antes de irse a La Rioja. Quienes siguieron conviviendo con Ariel y el duende fueron sus hermanos. “Le tirábamos carne y pan, pero no comía. También le dábamos agua, pero no tomaba”, dijo Vanesa, hermana menor del joven. “Con la jaula y todo, el Ariel lo encerró en el Renault 6 que tenemos en el fondo. Y él se guardó la llave. A veces lo traía al comedor, entonces venía la gente a verlo, y lo dejaba andar un rato por la mesa. El bicho estaba siempre agachadito, hacía ruidos. Y de noche daba unos alaridos… los perros se ponían a ladrar y los vecinos nos gritaban cosas”, relató la chica.

Según Ariel, encontró al duende merodeando atrás del cementerio de Pocito, cerca de donde él trabaja. Lo envolvió en una campera y se lo llevó. “Lo único que comió esos días fue unos cueros de pollo”, dijo. “La gente hacía cola para verlo, al principio se asustaban pero después se acostumbraron”, contó Darío, otro hermano. Y Ariel dijo que decidió “soltarlo cerca de donde lo encontré” por dos motivos: se le había llenado la casa de gente, y “el bicho ya tenía los ojos colorados, parecía muy triste, o enojado”.

Así fue que el joven volvió a rondar la necrópolis. Algo que, según todos los que lo conocen, no es muy raro en él: lo apodan “El loco del cementerio”, porque cuando tenía 12 años, se pasó dos meses durmiendo en el cementerio de Albardón, procesando así el duelo de su abuela recién fallecida.




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