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miércoles, 30 de octubre de 2013

LOS TSUKUMOGAMI


Objetos que poseen alma...

Los Tsukumogami ("Espíritu artefacto", "Herramienta fantasma", etc.) son un tipo de objetos vivientes propios de la mitología y el folclore japonés. Según la creencia popular, cuando transcurren 100 años, todo objeto recibe un alma, y en parte su comportamiento dependerá de cómo haya sido tratado por sus propietarios humanos, y de cuál haya sido su función o sus funciones en tanto tal o cual objeto.


Como ya se dijo, el tsukumogami tiene un comportamiento que en parte varía según la función que tuvo. Así, un cuchillo tenderá a ser agresivo, mientras que una tetera podría tener gran amabilidad, al menos si antes de cobrar vida fue tratada bien por los humanos. Y es que los tsukumogami constituyen un recordatorio de la virtud de la gratitud, ya que devienen en espíritus hostiles cuando, pese a servir a las personas, fueron dejados de lado o tratados como basura. Afortunadamente, nada que funcione con electricidad puede convertirse en tsukumogami, ya que la electricidad incluso los repele, cosa que explicaría por qué en la actualidad, con televisores y aparatos eléctricos en prácticamente todos los hogares, no escuchamos historias de gente que haya visto algún tsukumogami.

Orígenes históricos

Al igual que con otros conceptos propios del folklore japonés, hay varios niveles en los cuales se puede considerar de qué se trata aquello a lo cual nos referimos. En el caso de los tsukumogami, tenemos que, desde aproximadamente el siglo X d.C., la creencia en estos objetos vivientes ya existía, pero posteriormente fue empleada para difundir las doctrinas del Budismo Esotérico Shingon a una amplia audiencia, que abarcaba desde el público más culto hasta el más ignorante, que era mayoritario y no estaba en capacidad de entender el carácter alegórico de los textos.

Lo anterior se manifestó principalmente en el Tsukumogami ki ("Registro de Herramientas Fantasmas"), un texto del periodo Muromachi (1336-1573) en que se mostraba la historia de un grupo de objetos que recibían alma después de cien años; pero, al igual que las personas, padecían el sufrimiento, la vacuidad y la malevolencia. Así, después de múltiples peripecias, los objetos vivientes experimentan un deseo por alcanzar la budeidad (estado de Buda), la iluminación espiritual, el nirvana... Finalmente los tsukumogami se libran, entre otras cosas, del resentimiento y el rencor que guardaban hacia los humanos que los abandonaron después de usarlos, y alcanzan la iluminación. Citamos aquí algunos fragmentos relevantes del texto: ‹‹"Hemos servido fielmente a las casas como muebles y utensilios durante mucho tiempo. En vez de conseguir la recompensa debida a nuestra causa, nos abandonaron en las calles para ser pateados por bueyes y caballos. Al insulto se ha añadido la lesión, y ésta es la afrenta más grande de todas. ¡Cueste lo que cueste, debemos convertirnos en espectros y tomar venganza!". En medio de estas discusiones acaloradas, un rosario budista llamado Nichiren Nyudo cortó el debate: "Escuche todo el mundo, esto de ser desechados debe ser nuestro karma. Debemos transformar nuestra hostilidad en benevolencia." Al oír al principiante, un garrote llamado Arataro se enojó y gritó: "¡Tú te entrometes, principiante! Eres el tipo de mediocre que en general los sacerdotes budistas y la gente no soporta ver.¡Vete!" Aratar después atacó y venció a Nichiren tan terriblemente que el principiante rosario quedó casi cortado. Nichiren estaba cerca de la muerte, y sólo con la ayuda de sus discípulos escapó››

La naturaleza de la historia del Tsukumogami ki encuentra su justificación en la intercepción entre el animismo propio de las creencias sintoístas, y la búsqueda de iluminación inherente al Budismo, que posteriormente ingresó a Japón. En otras palabras, constituye una manifestación de la adaptación, plasmada en el Budismo Esotérico Shingon, de las creencias budistas a la preexistente fe sintoísta. Y es que en el Sintoísmo todo tiene alma, y el Espíritu se manifiesta en todo, sea que se trate de los seres sensibles o de los objetos inanimados. Aprovechándose de esto, el Tsukumogami ki, implícitamente le dice a quien lo lee que, si algo como un objeto viviente puede alcanzar la budeidad, un ser humano lo puede hacer con mucha mayor facilidad...





Como bien señalan los estudiosos, el Tsukumogami ki era un texto alegórico, que simplemente ilustraba las enseñanzas budistas de una forma entretenida, que a veces rayaba lo cómico, y que contenía abundantes juegos de palabras indescifrables para el no letrado. El problema fue que el vulgo no supo interpretar bien la naturaleza del texto, y se tomó en serio lo de que los objetos cobraban vida; aunque, como bien se sabe, el autor del Tsukumogami ki sabía que eso pasaría, y de hecho quiso que así fuera, a fin de que la imaginación popular catapultase la difusión de las enseñanzas del Budismo Esotérico Shingon.

Sumado al poder del Tsukumogami ki, estaban las ilustraciones de artistas como Shinju-an Hyakki Yako Emaki o el famoso Toriyama Sekien, además de narraciones populares que, aunque menos abundantes, tuvieron repercusión como sucedió en el caso del Bakemono-dera. Estas expresiones artísticas fueron muy importantes en el enriquecimiento del universo imaginativo propio de la leyenda de los tsukumogami; y, de hecho, concretamente en el periodo Edo (1603-1868).

Con todo, llegado el siglo XX y el XXI, la creencia en los tsukumogami ha quedado como una simple leyenda urbana en la que muchos ya no creen, a la par que los orígenes históricos han sido olvidados por muchos. Los tsukumogami aparecen en series de anime, en comics, en películas, se han adaptado perfectamente a la cultura de entretenimiento de masas propia del Japón contemporáneo, y una muestra de eso es Rotom, el pokemón-tsukumogami. Sin embargo, se sabe que, aún en la actualidad, muchas personas de Japón miran con cierto temor o reverencia a los objetos que pasan de cien años; porque, aunque no piensen que cobrarán vida, saben que algo podría pasar...


Tsukumogami más conocidos:


Chōchinobake:

Este tsukumogami es una linterna fantasma, pero no cualquier linterna, porque los tsukumogami son incompatibles con la energía eléctrica. Es una linterna tradicional de bambú con papel o seda, que resplandece con una enigmática y pálida luz sobrenatural. Cuentan que de su boca sale una lengua inquietantemente larga, y su comportamiento varía según cómo le hayan tratado cuando tenía vida útil. Hay que cuidarse de estos seres, porque su luz mortecina y espectral puede quizá cegarnos para siempre, aunque en general son pacíficos.


Ittan-momen:

Esta flotante sábana de tela, pese a su suavidad y tersura intactas al paso del tiempo, no es lo que parece... Es siempre un tsukumogami de inaudita fiereza, que se avalanza sobre cualquier persona que tenga la desdicha de verlo, enredándose a su cuello hasta asfixiarlo, con más crueldad que la mano de un asesino.
No tiene piernas, ni brazos, ni boca... Solo unos ojos de mirada escalofriante. Hay que estar atento a estos seres, ya que se cuenta que por la noche salen de su cajón o morada a buscar presas, y que al flotar gritan: "¡kararin, kororin, kankororin!".

Kameosa:

Se origina de una antigua jarra de sake. Se cree que la Kameosa es de los pocos tsukumogami que no son hostiles con los humanos; de hecho, quien encuentra a una Kameosa, puede obtener agua o sake ilimitadamente, infinitamente... Sin embargo hay que tener valor, porque la Kameosa es horrenda: tiene brazos, piernas, ojos, y una boca con colmillos que acompaña su agrietado cuerpo de cerámica.

Kasa-obake:

Este es el más famoso de todos los tsukumogami. Es un paraguas viviente, y su aspecto es siniestro: tiene un solo ojo, grande, venoso, de mirada delirante y maliciosa; una sola pierna, robusta y con garras, con la cual se desplaza saltando. Esto en términos generales, porque ciertos kasa-obake tienen dos ojos, dos piernas, brazos, y una boca con una larga lengua.
Con ese horrendo aspecto, podríamos pensar que el kasa-obake es un ser malvado y peligroso, pero la mayoría de estos tsukumogami simplemente gustan de hacer travesuras y de asustar a la gente, sin hacer verdadero daño, e inclusive existen algunos que disfrutan jugando con niños pequeños. De ese modo, su comportamiento es bastante parecido al de un duende.

En cuanto a la evolución de su aspecto, tenemos que inicialmente, en el periodo Muromachi, el kasa-obake era un humanoide que andaba con paraguas, al cual no se le podían distinguir rasgos. Era, por así decirlo, una silueta humana fusionada con la silueta de un paraguas, perdida en la distancia de algún paisaje tenebroso y usualmente lluvioso. Fue recién desde el periodo Edo cuando el kasa-obake comenzó a ser representado con un ojo y un pie, y pasado el susodicho periodo, fue uno de los pocos tsukumogami que permanecieron vivos en el imaginario social, en parte quizá gracias a leyendas de seres asimilables al kasa-obake, como aquella de la región Higashiuwa, que afirma que, en las noches lluviosas que caen sobre los valles, puede aparecer un paraguas fantasma, y quien lo ve quedará inmovilizado. O también cierta leyenda de la Prefectura de Tottori, que habla del yūreigasa, un paraguas fantasma con un solo ojo y un pie, pero con el poder de elevar hasta los cielos (y soltar en mortal caída) a las personas, al menos cuando hace fuerte viento.

Los anteriores son los más conocidos, pero también hay otros con cierta fama que mencionaremos breve mente porque no hay información sobre ellos:



Abumi-guchi: Surge de estribos rotos en una batalla

Bakezōri: Sandalias de paja

Biwabokuboku: Una biwa (un instrumento de música tradicional japonés, similar a un laúd) viviente

Boroboro-ton: Un edredón con vida

Ichiren-bozu: Rosarios budistas

Jotai: Paños poseídos

Kosode-no-te: Un kimono viviente

Kurayarō: Una silla de montar

Kyōrinrin: Pergaminos de papel

Minowaraji: Un abrigo de paja

Morinji-no-okama: Un contenedor de té

Shamichoro: Un shamisen

Shirōneri: Mosquitero

Shōgorō: Gong

Ungaikyo: Espejo

Yamaoroshi: Rayador de cocina

Zorigami: Reloj antiguo



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