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miércoles, 9 de octubre de 2013

SACRILEGIO

Escrito por Alejandro Vega Camarena



Todo el día he estado muy inquieto y desesperado por saber qué ocurrió ayer por la noche con mi amigo Raúl. La razón de mi inquietud se debe a que ambos entramos a una pequeña iglesia que estaba casi oculta entre las calles del centro de la ciudad. Habíamos entrado allí sin pensarlo, pues buscábamos un lugar en el cual no mojarnos con la llovizna que caía continuamente desde hace ya varios días, además, estábamos muy ebrios y la verdad poco nos importaban nuestras acciones en esos momentos.
Sin embargo, al estar ya en el interior de la iglesia, nos sorprendió bastante el hecho de que ésta, estuviera completamente abandonada y bastante deteriorada en su interior. Y que al juzgar por su aspecto, la misma debería de tener muchísimo tiempo en ese estado. Al vernos en esta situación tan extraña, comenzamos a recorrer la iglesia por algún tipo de curiosidad morbosa inherente en ambos. Después de unos cuantos minutos caminando entre las sombras y el polvo del lugar, nos dimos cuenta que los símbolos de aquélla iglesia, no parecían pertenecer a la misma religión que Raúl y yo profesábamos, haciendo que los dos nos preguntáramos a quién o a qué se le rendía culto en aquélla iglesia. Yo le dije a Raúl que era mejor salir en cuanto antes de ese lugar, pero él no hizo ningún caso a mis palabras y trató de seguir avanzando, fue entonces cuando escuchamos un ruido que nos estremeció debido a lo inesperado del mismo, el cual se asemejaba al sonido de una persona caminando pesadamente, y que al parecer, provenía del fondo de la iglesia. Tanto Raúl como yo guardamos silencio por un momento, no obstante, después de unos segundos, Raúl salió de su asombro y quiso ir a ver por sí mismo qué cosa había hecho ese extraño ruido. Yo le volví a insistir a Raúl que no fuera a ver nada, que mejor nos marcháramos de ahí lo más rápido que pudiéramos. Sin embargo, él se veía mucho más decidido en esta ocasión, y muy a mi pesar fue a revisar el lugar en donde se había escuchado el ruido. Luego de un instante, Raúl se acercó a mí, riendo alegremente y me dijo:
-Allí no hay nada ni nadie; solamente unos viejos cuadros demasiado borrosos como para distinguir algo en ellos, tal vez el alcohol nos hace imaginar cosas.
En ese instante pensé que Raúl estaría por fin dispuesto a salir de la iglesia. Lamentablemente fue todo lo contrario, pues por algún motivo desconocido para mí, él parecía estar buscando algo en el interior de aquél lugar siniestro. Y no tuvo que pasar mucho tiempo para que Raúl encontrara "algo", a pesar de que no creo que eso que encontró, haya sido lo que Raúl estaba buscando desde un principio. Pues esto era una figura tallada en madera que Raúl halló tirada en el suelo, en medio de las butacas de la iglesia.
La figura se asemejaba bastante a las figuras de santos de nuestra propia religión, no obstante la juventud y seriedad en su rostro, así como el color rojo oscuro de sus vestiduras, le daban un aspecto ominoso por decirlo de algún modo. Tras encontrar esta figura, Raúl comenzó a portarse de una manera sumamente rara e incluso repulsiva, diría yo. Refiriéndose a ella como su "nuevo amigo" y hablándole a la misma como si de una persona real se tratase. Al principio creí que no era más que una broma de mal gusto por parte de mi amigo, pues yo lo conocía bien y era un sujeto avisado, debido a esto no podía ni imaginar que estuviera comportándose como lo hacía en esos momentos, pero al ver que no era una broma, varias veces le pedí a Raúl que dejara esa figura en el lugar donde la había encontrado, además le dije que era algo fútil permanecer más tiempo ahí dentro; ante lo cual Raúl se llenó de furia y entre gritos me dijo que lo dejara solo con su único amigo verdadero, pues aún tenía mucho que hablar con él. Confundido y apenado, preferí retirarme para no empezar una pelea con mi amigo, aunque antes de irme, le dije que lo vería en su casa a la siguiente noche para hablar más tranquilos, como él no respondió nada me fui de aquél sitio sin volver a pronunciar palabra alguna, mientras que Raúl seguía hablando con la figura de madera.
Ahora, cuando recuerdo lo que pasó en la casa de Raúl la noche siguiente, aún tengo la duda de que todo haya sido una simple ilusión, o si efectivamente todo sucedió en realidad. Pues lo que aconteció entonces fue lo siguiente:
Ese día llegué hasta su casa en cuanto apenas había caído la noche, esperando que la locura causada por el alcohol hubiera sido pasajera, y poder quitarme así ese amargo resabio de la noche anterior. Como de costumbre, Raúl tenía apagadas las luces de su casa, me imaginé que debía de ser a causa de una gran resaca que estaba sintiendo en esos momentos, sin embargo, la puerta de la entrada no estaba cerrada por completo, pensé que tal vez Raúl por estar fuera de sí, olvido cerrarla como se debe, así es que simplemente entré a su casa sin dificultad alguna.
En la oscuridad apenas y lograba distinguir algo, con todo, pude llegar hasta la habitación de mi amigo que se encontraba sentado en el borde de su cama sin moverse en lo más mínimo.
-¿Cómo has estado? -pregunté-.
Al principio él no contestó nada, y su silencio me hizo pensar que Raúl prefería estar solo, así que traté de salir, pero en ese momento escuche la voz de Raúl que decía:
-Hay cosas que es mejor no saber, a pesar de que por naturaleza nos sintamos irremediablemente atraídos hacia ellas.
Al oír esto, creí que mi amigo había vuelto a ser aquel sujeto que yo conocía desde hace muchos años, dispuesto a tener una vez más, una de tantas discusiones en las que confrontábamos su forma de ver las cosas, con la mía.
-Estoy seguro que los progresistas no están para nada de acuerdo contigo -repliqué-, ellos creen que entre más pasa el tiempo mejor estamos, gracias en parte, al descubrimiento y la comprensión paulatina de las cosas y los fenómenos que nos rodean. Dejando atrás el misterio mágico de la ignorancia que los envuelve.
-¡No son más que quimeras! -dijo Raúl-, Con el paso del tiempo las cosas y las personas no mejoran en ningún aspecto. Al contrario; envejecen y comienza su lenta y dolorosa decadencia hacia la nada, es decir: hacia la muerte. Y si es que hay, o hubo algo que valiese la pena, ten por seguro, que será olvidado por todos, como cualquier moda pasajera creada por el hombre. Además ¿quién ha dicho que conocer más sobre los enigmas de la vida tiene que ser el camino a seguir por el hombre? ¿Nunca has pensado ni siquiera una vez, en que si no somos capaces de ver más allá de la ingenua ilusión a la que llamamos realidad, tal vez sea porque no lo debamos de hacer?
A pesar de que el cuarto de Raúl carecía por completo de ventanas, pude escuchar al quedarme sin palabras por el comentario de Raúl, como el viento silbaba de forma tétrica entre las ramas de los árboles que había afuera de la casa. Después de un breve momento en silencio, le pregunté a Raúl el porqué de sus ideas tan desoladoras y él dijo:
-La falacia más grande que hay en el mundo no es creer que el hombre puede llegar a conocer todo del mismo, sino el pensar que puede hacerlo sin sufrir las consecuencias que esto conlleva. Ahí tienes a los grandes imperios de la antigüedad, que no hicieron más que pavimentar el camino de los que vinieron después que ellos, mientras que su propia grandeza se volvió polvo que se perdió en el olvido más profundo y absoluto.
La lobreguez del cuarto de Raúl y la sorpresa por escuchar sus palabras, no me impidieron notar que el seguía inmóvil en el mismo sitio. Por otro lado, hasta ese momento me di cuenta que había una especie de fragancia en el aire parecida a los inciensos de un templo, y entonces recordé lo de la noche anterior.
-Bueno, pero todavía no me has dicho que fue lo que pasó contigo ayer por la noche después de que me fui de ese lugar.
-La estupidez humana no tiene límite alguno. Como te he dicho, el error más grande del ser humano es creer que puede romper cualquier ley que encuentra delante de él, como si solamente se tratara de un juego. Pero los que lo han hecho, siempre han pagado por ello, o sino, son sus descendientes los que lo hacen. Ahí tienes el ejemplo de La Torre de Babel, y sin embargo, los humanos no han aprendido nada en todo este tiempo, y ahora hacen miles de éstas, en casi cualquier lugar que usen para vivir. No saben que el único futuro posible para ellos, es el mismo que el de los primeros moradores de la tierra, quienes ahora gritan en el infierno a causa del insoportable dolor y sufrimiento que nunca acaban.
-Pero no creo que todos estén en ese lugar espantoso, debió de haber, por lo menos unos pocos que no fueran tan malos, ¿no crees?
-No, si algo sabían quienes asistían a la iglesia donde estuvimos anoche, era precisamente, que no hay más sitio al que se pueda ir después de morir, que al infierno mismo. Ya sea que hayas sido bueno o malo en esta vida, eso no importa en lo absoluto. Por eso, es que ellos adoraban al diablo, pues éste es el único dios verdadero. Pero eso tú ya lo sabes ¿no? También lo viste anoche, así como la grandeza de su divinidad.
-¡¿El diablo?!...
-Raúl creo que estás delirando, en ese lugar sólo estábamos tú y yo.
-Me has preguntado que pasó conmigo ayer por la noche, y por la sinceridad de tu amistad, que he comprobado al verte hoy en este sitio, me veo obligado a contestar esa pregunta. Lo que sucedió, fue que conocí por mí mismo el horror de la verdad que te he contado. Gracias a mi estupidez; jugué sin saberlo, con aquello que nunca debe de ser molestado ni conocido, y a causa de eso, no salí jamás de aquélla iglesia maldita.
-¿A caso es una broma Raúl? -dije algo molesto-, Si lo que dices fuera verdad, ¿cómo es que estás aquí en éste momento?
-Yo no estoy más en este mundo.
-Y entonces, -dije, con cierta ironía-, ¿en qué lugar te encuentras ahora?
-En el infierno.
En ese momento exacto, el aire cerró la puerta de la entrada con gran fuerza, produciendo un ensordecedor ruido con el golpe. Así que fui a revisar la puerta para que no volviese a pasar lo mismo otra vez, tras hacerlo, volví a escuchar el mismo sonido parecido a pasos pesados, sólo que esta vez dirigiéndose hacia el piso de arriba. De inmediato me dirigí a la habitación de Raúl para preguntarle si es que él también había escuchado nuevamente ese ruido siniestro, pero al llegar al cuarto de Raúl, sin pensarlo, prendí la luz, y con gran asombro vi que él no estaba ahí. Sin importarme el miedo que sentía, subí las escaleras para llegar al segundo piso, y al llegar, me pareció ver una silueta humana, entonces mi mano temblorosa buscó en la pared el interruptor de la luz, y cuando por fin lo encontró, dudé por un breve instante si usarlo o no. Finalmente encendí la luz, y me llevé un buen susto al hacerlo, pues vi que la silueta pertenecía a la figura que Raúl había encontrado en la iglesia. Lo primero que pensé, fue, que él trajo la figura de madera a su casa como una especie de travesura tonta e infantil. Como sea, aproveche la luz para ver la figura más de cerca, pensando al hacerlo, que lo que me había dicho Raúl no eran más que exageraciones suyas, pues el joven numen representado en la efigie tenía un rostro piadoso de rasgos finos como el de los santos de nuestra propia religión, que a simple vista, no tenía nada de maligno, como para ser adorado como un diablo o un demonio. Pero muy pronto me di cuenta del gran error en el que estaba, pues Raúl no se encontraba en ningún lugar de la casa cuando lo busqué de un lado a otro de la misma. Y como esta no tenía ninguna otra puerta, más que la de la entrada, el terror que sentí al darme cuenta de la verdad no tuvo límites. Sin pensarlo dos veces, corrí con todas mis fuerzas hacia la puerta, y en ese instante las luces se apagaron solas, con todo, a pesar de las tinieblas, pude entrever la misma silueta que había visto apenas unos minutos antes en el piso de arriba, bajar por las escaleras mientras que yo me sentía desfallecer debido al inmenso miedo que me invadía. Sin embargo, seguí caminando de forma trémula, y casi había llegado a la puerta cuando para mi desgracia tropecé y caí al suelo, entonces comencé a escuchar unos lamentos tan horribles y espantosos, que ni siquiera sé como describirlos. Cuando por fin pude ponerme en pie nuevamente, creí que era demasiado tarde, pues aunque no volví a ver hacia atrás, podía sentir que El demonio estaba a mis espaldas.

Hoy es el segundo aniversario luctuoso de Raúl; es por eso que he comprado el tequila que a él más le gustaba, y voy a brindar a su nombre; ya que es lo mínimo que puedo hacer por él. Pues además de haber sido un gran amigo en vida, aquélla terrible noche cuando creí haber encontrado mi perdición, una sombra apareció de la nada y abrió la puerta, para que yo, con mis últimas fuerzas, pudiera salir de la entrada del infierno.




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